Amor, cuando te digan que te olvidé, y aun cuando sea yo quien lo dice, cuando yo te lo diga, no me creas, quién y cómo podrían cortarte de mi pecho?

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>> 26 de agosto de 2012

Sí, tú, mi otra yo misma en la horma hechizada de otra piel
ceñida al memorial del rito y la pereza.
No fetiche, donde crujen con alas de langosta los espíritus puestos a secar;
no talismán, como una estrella ajena engarzada en la proa de la propia tiniebla;
no amuleto, para aventar los negros semilleros del azar;
no gato en su función de animal gato;
sino tú, el tótem palpitante en la cadena rota de mi clan.
¡Ese vínculo como un intercambio de secretos en plena combustión!
¡Ese soplo recíproco infundiendo las señales del mal, las señales del bien,
en cada tiempo y a cualquier distancia!
¡Esas suertes ligadas bajo el lacre y los sellos de todos los destinos!
¿No guardabas acaso mi alma ensimismada como una tromba azul entre tus siete vidas?
¿No custodiaba yo tus siete vidas,
semejantes a un nocturno arco iris en mi espacio interior?
Y este rumor y ese gorgoteo,
este remoto chorro de burbujas soterradas
y ese ronco zumbido de abejorro en suspenso entre los laberintos de tu sangre,
¿no serían acaso mi mantra más oculto y tu indecible nombre
y la palabra perdida que al rehacerse rehace con plumas blancas la creación?


(de Cantos a Berenice)

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