Amor, cuando te digan que te olvidé, y aun cuando sea yo quien lo dice, cuando yo te lo diga, no me creas, quién y cómo podrían cortarte de mi pecho?

Océano mar -fragmento

>> 6 de diciembre de 2009

En las tierras de Carewall no cesarían nunca de contar esta historia. Si la conocieran. No cesarían nunca. Cada uno a su manera, pero todos continuarían contando lo de aquellos dos y lo de aquella noche entera transcurrida restituyéndose la vida, el uno a la otra, con los labios y con las manos, una muchachita que no ha visto nunca nada y un hombre que ha visto demasiado, el uno dentro de la otra -cada palmo de la piel es un viaje, de descubrimiento, de retorno -en la boca de Adams sintiendo el sabor del mundo, en el pecho de Elisewin olvidándolo -en el regazo de aquella noche tumultuosa, negra tempestad, ascuas de espuma en la oscuridad, olas como montañas desmoronadas, ruido, ráfagas sonoras, furiosas, de sonido y de velocidad, lanzadas a ras de agua, en los nervios del mundo, mar océana, coloso rezumante, tumultuoso -suspiros, suspiros en la garganta de Elisewin -terciopelo que vuela -suspiros a cada nuevo paso en ese mundo que corona montes nunca vistos y lagos de formas impensables -sobre el vientre de Adams el peso blanco de esa muchachita que se balancea con música mudas -quién hubiera dicho que al besar los ojos de un hombre se pudiera ver tan lejos -al acariciar las piernas de una muchachita se pudiera correr tan rápido y huir -huir de todo -ver lejos -venían de los dos extremos más alejados de la vida, eso es lo sorprendente, pensar que nunca se habrían rozado salvo atravesando de punta a punta el universo, y en cambio ni siquiera habían tenido que buscarse, eso es lo increíble, y lo único difícil había sido reconocerse, reconocerse, cosa de un instante, la primera mirada y ya lo sabían, eso es lo maravilloso -eso seguirían contándolo para siempre en las tierras de Carewall, para que nadie pueda olvidar que nunca se está lo bastante lejos para encontrarse, nunca -lo bastante lejos- para encontrarse -lo estaban aquellos dos, alejados, más que nadie y ahora -grita la voz de Elisewin, por los ríos de historias que fue fuerzan su alma, y Adams llora, sintiendo aquellas historias deslizarse, al final, finalmente, finalizadas -quizás el mundo sea una herida y alguien esté cosiéndola en aquellos dos cuerpos que se mezclan -y ni siquiera es amor, eso es lo sorprendente, sino manos, y piel, labios, estupor, sexo, sabor -tristeza, tal vez -incluso tristeza -deseo -cuando lo cuenten no dirán la palabra amor -dirán mil palabras, callarán amor -calla todo, alrededor, cuando de repente Elisewin siente que se le quiebra la espalda y se le queda en blanco la mente, aprieta a ese hombre en su interior, le coge las manos y piensa: moriré. Siente que se le quiebra la espalda y se le queda en blanco la mente, aprieta a ese hombre en su interior, le coge las manos y, ya veis, no morirá.

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