Amor, cuando te digan que te olvidé, y aun cuando sea yo quien lo dice, cuando yo te lo diga, no me creas, quién y cómo podrían cortarte de mi pecho?

Los Puentes

>> 25 de marzo de 2012

¿Qué habría sido de nosotros, di,
si no existieran puentes?
Pero hay puentes, hay puentes. ¿Los recuerdas?

Nada mejor para pasar las noches
sin algas, en que enero
escribe cartas a la primavera
con níveos alfabetos sobre el mundo,
que abrirse la memoria, el viejo álbum,
que lleva en casa varios años
puesto sobre la mesa de la sala
para que se entretengan las visitas.
Voy a abrirlo.
Y como estás dormida y estás lejos
lo podremos mirar sin esa prisa
que tiembla en tu mirada cuando vienes.
Lo podremos mirar, sí, con los ojos
que tú te quitas siempre y que me entregas,
cuando vas a dormir, como sortijas,
para que yo los guarde y no esté ciego.
(Tus ojos son más míos cuando duermes
porque miran a nada o a los sueños,
y yo soy ese sueño, o nada, tuyo.)
Y hoja por hoja
sin miedo a que se escape tu mirada
con algún dios que cruza por la esquina,
iremos, yo, tus ojos y yo, mientras descansas,
bajo los tersos párpados vacíos,
a cazar puentes, puentes como liebres,
por los campos del tiempo que vivimos.
No puede haber un puente
tan breve como éste,
que es el primero que encontramos: tú.
¿Recuerdas cuántas veces
lo hemos cruzado?
Por lejano que se esté si digo: "tú",
si dices: "tú", se pasa invariablemente,
de mí a ti, de ti a mí.
Se pasa
sin sentirlo las alas,
y de pronto me encuentro
en el lugar más bello de tu orilla
a la sombra que me hace siempre el alma
cuyo tierno ramaje inmarcesible
son tus miradas, cuando a mí me miran.
Millones de palabras nos apartan,
nombres propios o verbos,
y hablar de lo demás es siempre un río
que aumenta las distancias de este mundo,
hasta que sin querer se dice: "tú".
"Tú", la palabra sola
por donde un gran amor puede pasar
a las islas felices,
seguro, con su séquito
de caballos alegres y corales.
En el álbum conservo
por si un día te mueres y lo olvidas,
en la página ciento veintidós
y nítida, la estampa
del primer puente o "tú" que nos dijimos.

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52

El gavilán moteado se abate sobre mí y me acusa, se queja de mi locuacidad y mi vagancia.

También yo soy indomable, también yo soy intraducible,
yo hago resonar mi bárbaro aullido sobre los techos del mundo.

Los últimos celajes del día se detienen esperándome
proyectan mi imagen tras el resto, tan verdadera como cualquiera otra en los sombríos yermos,
me instan con halagos hacia la bruma y la penumbra.

Me alejo como aire, agito mis blancos mechones hacia el sol fugitivo,
vierto mi carne en remolinos, y la dejo ir a la deriva en jirones de espuma.

A mí mismo me doy al barro para renacer de la hierba que amo,
si me necesitas de nuevo búscame bajo la suela de tus zapatos.

A duras penas sabrás quién soy o qué significo,
pero no obstante seré saludable para ti
y purificaré y vigorizaré tu sangre.

Si no consigues alcanzarme a la primera, mantén el ánimo,
si no me encuentras en un lugar búscame en otro,
estoy parado en alguna parte, y te espero.

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